No vamos en la dirección correcta. Un pasito adelante, dos atrás. La lucha contra el hambre en el mundo es una historia de frustración para una generación, la nuestra, que podría –y debería– ser la primera en la historia que consiguiera erradicarla. Tras varias décadas de descenso continuado en el número de personas que sufren hambre esta tendencia positiva se ha invertido de nuevo, confirmando la tendencia de los últimos tres años. Y no deja de ser irónico que este aumento sea precisamente a partir del 2015, el mismo año en que la comunidad internacional se comprometió a su erradicación para el año 2030 en el marco de los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible firmados con toda pompa diplomática en la Asamblea General de Naciones Unidas por los dignatarios de 194 países.
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