Sobre un apretado caserío de edificios de reducidas dimensiones y escasa altura, del que apenas sí sobresaldrían las cubiertas de las mezquitas, descollaban los alminares en las ciudades y villas hispanomusulmanas ele la Edad Media. Eran torres cuadradas, de líneas sencillas y proporciones generalmentte más reducidas que los campanarios ele nuestras iglesias, cuyo primer cuerpo terminaba por la parte superior en una terraza. Levantábase sobre este otro cuerpo, reducido y de poca altura, coronado, a su vez, por un remate o yamur r en forma de barra, con varias bolas metálicas ensartadas.
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