Joaquín Turina, músico de la Generación de los Maestros, sería alumno de la Schola Cantorum durante un periodo de formación que abarcaría los años comprendidos entre 1905 y 1913. Ya desde sus primeras obras de esta etapa, la paleta de influencias que acabarían definiendo su lenguaje compositivo se deja entrever: la importancia de la forma y el carácter cíclico, algo patente desde su Quinteto op. 1; la mirada a España, fruto de la conversación decisiva con Isaac Albéniz y que proyecta en el “eslabón perdido” que supone su obra (inédita en vida) Sonate espagnole pour piano et violon, sin número de opus; y la influencia del arte de Debussy, reflejada en Sevilla (suite pintoresca) op. 2. Todas estas vertientes confluyen en su Sonata romántica sobre un tema español op. 3 y subrayan su capacidad de superar la oposición entre scholistas y debussystas, presentándole como un músico unificador de tendencias
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