Las guerras están repletas de hechos heroicos, de situaciones en las que la necesidad de supervivencia eleva el ingenio del ser humano por encima de las posibilidades reales de conseguirla. No es este el caso del destructor Porter de la Marina de los Estados Unidos de América. Las vicisitudes por las que este navío pasó a lo largo de la Segunda Guerra Mundial son rocambolescas. Es difícil encontrar un cúmulo de desastres que, ya fuera por impericia de sus oficiales, mala suerte, o circunstancias del destino, convirtieron su existencia en un esperpento.
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