Lo que comenzó como una más de las muchas incursiones militares que sufría una región caracterizada por su inestabilidad interna y constantes invasiones exteriores dio paso, a partir de la década de 1220, al establecimiento del control directo del territorio por parte del monarca y la administración real, y a un dominio eclesiástico que se tradujo en una serie de investigaciones inquisitoriales. Fueran o no conscientes de las enormes implicaciones históricas que iba a tener el fenómeno, no cabe duda de que quienes vivieron la llegada de los cruzados, en 1209, sabían que la “limpieza” que pretendían imponer iba a ser muy severa.
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