Se han investigado el medio millar de topónimos del área catalanoparlante en las Observaciones del Reyno de Valencia (1795-97), cuya tercera parte fueron traducidos o adaptados por A.J. Cabanilles al español; el resto se pueden considerar lingüísticamente catalanes, hecho que califica al autor como más respetuoso que sus contemporáneos A. Ponç, B. Espinalt o T. López. La fidelidad toponímica oscila entre la autenticidad (y/o vulgarismo) y la castellanización, sin un criterio estabilizado. La fonética está marcada por el apitxament y la ortografía trata de eludir la anarquía vigente, gracias a la probable intervención de algún corrector de la Imprenta Real
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