Durante el período tardogótico, la ciudad de Valencia contó con grandes escultores que dejaron valiosas muestras de su oficio en ménsulas, claves y otros elementos arquitectónicos. En algunas ocasiones el autor era el propio maestro, que mantenía así su reputación artística, aunque otras veces los artífices eran canteros habilidosos de su cuadrilla, cuyos nombres apenas resaltan sobre el gris panorama de los libros de contabilidad de las obras. En casos singulares se recurría a escultores profesionales y, entre ellos, uno de los que han gozado de mayor fortuna historiográfica en nuestras tierras ha sido Jaume Vicent, autor de la desaparecida portada de la capilla de la Casa de la Ciudad y coautor, junto a Luis Muñoz, del órgano renacentista de la catedral de Valencia. Tratado por algunos autores con un protagonismo excesivo, o relegado a un papel secundario por otros, en estas páginas vamos a intentar conocer las particularidades de su estilo personal, vinculándolo con algunas obras en Tortosa, Xàtiva y Valencia.
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