Desde 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue un instrumento ambicioso por sus instituciones, sus posibilidades de mejora y los mecanismos para asegurar su funcionamiento. Sin embargo, era necesario que los tres socios lo revisaran a la luz de las nuevas realidades tecnológicas y productivas. Se logró un buen resultado y, aunque el nuevo acuerdo no es perfecto, su éxito dependerá de su puesta en marcha.
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