El factor trabajo se encuentra en un círculo deforme en México. Ante la baja contribución en la productividad total de los factores y la aparente presión que ejerce sobre la inflación, se ha legitimado y justificado el pago de bajos salarios para hacer competitivas a las empresas; sólo que esa baja contribución no está vinculada a una caída en su productividad, ya que el ritmo se ha mantenido favorablemente trás la crisis financiera de 2009, al tiempo que los costos unitarios de la mano de obra han disminuido. Es válido, por lo tanto, plantear la viabilidad de un mayor crecimiento económico y margen de productividad a partir de cambios en la política laboral vigente. Esto es factible si se amplían los espacios al trabajo subordinado a una razón social que produce bienes y presta servicios directamente, en detrimento del régimen de subcontratación (outsourcing) que está fuertemente asociado a la informalidad; esto conlleva la recuperación de salarios y prestaciones del trabajo remunerado.
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