Desde finales de la Guerra Fría, poderes sólidamente arraigados han de hacer frente a un nuevo método de desestabilización: una resistencia sustentada en la no violencia activa. De Belgrado a El Cairo, de Caracas a Kiev, o últimamente en Bolivia, la trayectoria de un reducido número de estudiantes serbios recuerda el papel que puede desempeñar una vanguardia determinada. Pero ¿en nombre de qué ideas y con qué apoyos?
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados