Madrid, España
La literatura liberal ha presentado al carlismo como la vertiente más dura y retrógrada de ese tradicionalismo que representaba la antítesis de su proyecto político, ideológico e, incluso cultural. Si bien es verdad que sus idearios políticos divergen considerablemente, no lo hacen, sin embargo, en sus respectivos modelos de política exterior, uno de los aspectos menos estudiados del carlismo. En este trabajo se pretende demostrar que el modelo de política exterior mantenido por el carlismo tras las guerras civiles denota, hasta finales del siglo XIX, una sustancial proximidad con el modelo defendido por los gobiernos liberales que fijaron lo que se pueden denominar los grandes objetivos nacionales de España. El carlismo denominó dogmas nacionales lo que el liberalismo definió como intereses nacionales de España: el iberismo, el hispanismo, el imperio norteafricano y una sustancial posición antibritánica que le llevó a una fuerte germanofilia, rota por Jaime de Borbón y el conde de Melgar. Es, precisamente, el rechazo de este posicionamiento germanófilo el que va a definir la segunda gran escisión que sufrió el movimiento, porque no era posible mantener posiciones aliadófilas en un universo ideológico que veía a las potencias centrales como posibles referentes de esa España tradicional que anhelaban construir.
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