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Presentación

  • Autores: Eduardo Ortiz Llueca
  • Localización: Quién: revista de filosofía personalista, ISSN 2443-972X, Nº. 10, 2019, págs. 111-112
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” Los trabajos que forman parte de este dossier fueron presentados en el Congreso Responsabilidad, Amor e Identidad Personal, durante los días 16 y 17 de febrero de 2017 en la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir”.

      Los objetivos del encuentro académico eran, primero, reflexionar sobre los conceptos correspondientes a esas realidades, las cuales integran sin duda la columna vertebral de nuestras vidas cotidianas. ¿Cómo negar entonces la relevancia que tiene dar con una acertada formulación de estas realidades? Por cierto que de un empeño como este puede esperarse una ayuda inestimable para –y este era el otro objetivo del Congreso– descubrir lo conveniente o inconveniente de algunas propuestas culturales actuales, las cuales descansan en una concepción de la responsabilidad, el amor y la identidad personal, que no suele someterse a revisión crítica.

      Así, en su artículo “Vínculos, emoción, identidad”, Ana Marta González (Universidad de Navarra) ofrece una honda elucidación sobre el estatuto ontológico y ético de aquellos a partir de la “vinculatividad primordial” del ser humano. El repaso de lo que Aristóteles, Hume, Kant y Hegel han escrito acerca de ellos ayuda a reconocer los distintos tipos de vínculos y ayuda a tener bien presente el contexto comunitario concreto en que se desenvuelven.

      Un análisis apropiado de la naturaleza de los vínculos, en tanto que relaciones interpersonales, supone un enfoque ajustado de la identidad personal. La dimensión que primero manifiesta a esta es la afectividad, en la que las emociones morales (la alegría, la esperanza, el arrepentimiento…) desempeñan un papel especialmente significativo. El trabajo de Mariano Crespo (“Emociones morales, revelación de la identidad personal y evidencia del corazón”), también de la Universidad de Navarra, se dedica a esclarecer cómo aparece la identidad personal en esas emociones y lo lleva a cabo mediante un examen crítico de la obra de Anthony Steinbock. Centrarse en este fenomenólogo parece justificado, ya que él mismo sostiene que el carácter moral de las emociones morales está precisamente en su dimensión interpersonal.

      La familia es la comunidad de intercambio o de reciprocidad, por utilizar la terminología de Alasdair MacIntyre (1999), en la que se dan los primeros pasos en la formación de la identidad de las personas. En ella se viven por primera vez experiencias de vínculos tan decisivos como son el apego, la pertenencia y la posesión. En este contexto interpersonal privilegiado, lugar por excelencia de la generatividad, vivimos (y aprendemos a vivir y a nombrar) el contenido de las emociones morales. Pero en una cultura fuertemente marcada por el emotivismo, urge subrayar la necesidad de educación de la afectividad y a fortiori de las emociones morales.

      La comunidad preparada para conseguir semejante objetivo es una familia en la que las relaciones interpersonales estén alimentadas por el corazón de la ética cristiana, a saber, el amor incondicional. Además de incluir la experiencia regeneradora del perdón, junto a las de la fecundidad y la hospitalidad, el amor incondicional tiene la capacidad de curar las heridas que destapa la convivencia interpersonal en el seno de la familia.

      Como Stephan Kampowski (Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II de la Universidad Lateranense de Roma) argumenta en su lúcida aportación, titulada “Amor, Familia y Responsabilidad”, que sería una ingenuidad pretender una vida familiar adecuada, al margen del cultivo de las virtudes que custodian el amor verdadero.

      Una parte no desdeñable de la producción filosófica de Max Scheler tiene que ver con la idea agustiniana de que la virtud es ordo amoris (De Civitate Dei XV, 22) o con la consideración del dinamismo amoroso como aquello gracias a lo cual un objeto valioso se eleva a una altura superior.

      No hace falta gastar mucha tinta en justificar el interés que tiene reivindicar un tema como el de la primacía del amor en tanto que apertura original al mundo de los valores. Su impacto en la reflexión teórica es más que notable. Y también su alcance práctico.

      El último escrito de este dossier se acerca a la concepción scheleriana del amor. Estudia lo que según ella provoca los muy comunes trastornos del orden del amor, a la vez que reconoce el poder del arrepentimiento que puede curarlos y salvar así la distancia entre el ordo amoris descriptivo y el ordo amoris normativo de las personas. Esta investigación supone un conocimiento detallado de la producción del genial filósofo alemán, precisamente como el que muestra “el ensayo de reconstrucción” del profesor Leonardo Rodríguez Duplá (Universidad Complutense de Madrid), “Max Scheler y los trastornos del ordo amoris”.


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