Fausto O Sarmiento, Juan A. Gonzalez, Esteban O. Lavilla, Mario Donoso Correa, José Tomás Ibarra
Buscamos (re)construir una narrativa geocrítica para la esencia del paisaje al (re)escribir las especificidades de montaña que impriman atributos culturales en los paisajes andinos tropicales y templados, creando un trilema de identidad único para la gente de las tierras altas de América del Sur. Usamos la onomástica como un estudio de la individualidad errada con un enfoque post-estructuralista para definir “lo andino” dentro de la geoecología humanística; por lo tanto, incorporamos nociones relacionadas con los atributos fenotípicos de Andeanidad, junto con las propiedades crípticas emergentes de Andeancia y las condiciones místicas de espiritualidad de Andeanitud, para producir una nueva trifecta de construcción ecoregional, con una epistemología desafiante para el paisaje patrimonial biocultural basado en el conocimiento tradicional, apropiado dialécticamente de lo viejo a lo nuevo, de lo foráneo a lo nativo y de lo original a lo copiado. Por lo tanto, la dinámica identidad heterogénea imaginada de la gente andina está caracterizada por un flujo dinámico y evolutivo del paisaje montano. Argumentamos que la nomenclatura aún se adapta a marcos de cambio ambiental global; así, está aún sujeta a deterioro a no ser que ciertos microrefugios bioculturales puedan mantener la memoria del paisaje andino vivo.
Con una revisión de la hermenéutica de Andes, debido a las variantes (c.f. grafiosis) que incorporaron palabras basadas en Kichwa, Kañary o Mapudungun en el léxico hegemónico del expansionismo colonial de los términos castellanos, apelamos a la inclusión de los descriptores vernáculos en vez del santoral romano y la efemérides patriótica utilizada para nombrar los atributos geográficos en la Sudamérica andina. Pedimos restaurar los descriptores vernáculos con el lenguaje usado por los pueblos originarios, su toponimia y onomatopeya, para atraer el reconocimiento político y para vigorizar el orgullo del patrimonio ancestral de las comunidades de montaña para refuerzo de su bienestar en los microrefugios bioculturales. Al cambiar los nombres impuestos por la geografía imperial colonial a las palabras vernáculas u otros locativos no hegemónicos de escolaridad decolonial, se ayudará a obtener un mejor ‘sentido del lugar’ en los Andes e incrementará la posibilidad de (super)vivencia y (re)generación de los paisajes productivos socioecológicos ancestrales andinos.
We seek to (re)construct a geocritical narrative for the essence of place, by (re)writing mountain specificities that imprint cultural traits on tropical and temperate Andean landscapes, creating a unique identity trilemma for the people of highland South America. We use onomastics as a study of mistaken individuality, with a poststructuralism approach to define ‘the Andean’ within humanistic geoecology; thus, we incorporate notions related to common phenotypic traits of ‘Andeanity’, together with cryptic, emergent properties of ‘Andeaness’ and mystic conditions of spirituality of ‘Andeanitude’, to produce a new trifecta of ecoregional building, with a challenging epistemology for ‘Andean’ as a biocultural heritage landscape informed from traditional knowledge, dialectically appropriated from the old and the young, the foreign and the native, and the original and the composed. Hence, the imagined, heterogeneous, and dynamic identity of Andean people is characterized as dynamic and evolving flow of the mountainscape. We argue that it is still adapting to frameworks of global environment change; hence, it is subjected to withering if not for certain biocultural microrefugia that keep Andean landscape memory alive.
With a review of the hermeneutics of Andes, because of orthographic variants (c.f.: graphiosis) that incorporated Kichwa-based, Kañary-based or Mapudungun-based words in the hegemonic lexicon of colonial expansionism of Castilian terms, we argue for the inclusion of vernacular descriptors instead of Roman Sanctorum or Patriotic ephemerides utilized to name geographical features in Andean South America. A plea to restore vernacular descriptors with the original peoples’ language uses, toponymy and onomatopoeia, brings political recognition and invigorates original communities’ pride of their ancestral heritage to reinforce their wellbeing in biodiversity microrefugia. Switching from imperial, imposed names of colonialist geographies to vernacular words or other non-hegemonic locatives of (de) colonial scholarship will help find a better “sense of place” in the Andes and will increase the likelihood of survival and (re)generation of ancestral socio-ecological production Andean mountainscapes.
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