Los fenómenos de poblamiento territorial guardan relación directa con la expectativa de oportunidades de sus habitantes y con sus necesidades de servicios públicos. Desde sus inicios el despliegue del ferrocarril en España ha venido incidiendo sobre ambos aspectos, actuando las obras públicas como foco de atracción de empleo, y los transportes como motor de desarrollo industrial, comercial y cultural, mientras por otro lado la población se ha dotado de una infraestructura de servicios básicos antes inexistentes. Este despliegue urdió una trama de obras de ingeniería, edificaciones, maquinaria, modos de vida y paisajes transformados que después han asistido de cerca a las sucesivas oleadas de despoblación en la llamada “España vacía”. En aquellos elementos todavía activos sorprende la reiteración de los procesos de reducción de servicios, deterioro de sus instalaciones históricas, y posterior propuesta de recuperación para uso turístico como forma de revitalizar las economías locales. A lo largo de los últimos años el autor y su cámara fotográfica han recorrido distintas líneas ferroviarias, unas abandonadas y otras en declive, constatando su decadencia precisamente cuando los retos del cambio climático avivan el debate sobre la sostenibilidad de los modelos poblacionales y la vertebración de sus comunicaciones terrestres, entre las que el ferrocarril convencional sirve a la población rural mejorando las marcas de eficiencia energética y de emisiones de CO2 tanto respecto del ferrocarril de alta velocidad como del transporte por carretera
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