El artículo estudia la producción escrita y las redes de sociabilidad intelectual hilvanadas por Félix Frías durante su estadía en Francia, entre 1848 y 1855. A lo largo de este periodo, mientras se desempeñaba como corresponsal de El Mercurio, rompió sus lazos con el lenguaje político-historicista que los integrantes de la Joven Generación Argentina habían hecho suyo una década atrás. Su pensamiento comenzó a manifestar una perspectiva histórica y antropológica negativa, atravesada por una dualidad intemporal entre el bien y el mal, la moral y la corrupción. Estructuró en cambio un lenguaje ultramontano y conservador, centrado en el catolicismo y en la figura del pontífice romano como garantes del orden y, en un futuro, la libertad y la democracia.
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