Pese a que la exitosa maniobra de retirada, oportunamente ejecutada por Cadorna, había permitido salvar al Tercer y Cuarto Ejército, evitando un colapso total del frente, y a que la victoriosa resistencia organizada en la línea Grappa-Piave había disipado el riesgo de una invasión del territorio nacional y marcado la recuperación de la efectividad de las tropas, el revés sufrido en Caporetto fue para Italia un acontecimiento histórico demasiado trascendente como para evitar que despertara una acalorada controversia y provocara incertidumbre sobre la conducción de la guerra. Sobre todo porque la retirada echó al traste con todos los esfuerzos realizados durante treinta meses de contienda, tras haber concedido al enemigo mucho más territorio del obtenido con esfuerzo en las once batallas anteriores del Isonzo. A petición del Parlamento se creó una comisión de investigación (propuesta por el Real Decreto n.º 35 de 12 de enero de 1918) para esclarecer las causas y las “responsabilidades militares” que habían llevado a la retirada al Piave, pero que enseguida derivó en una investigación sobre el modo en el que se había conducido la guerra hasta ese momento. En particular, se examinaron las dinámicas dentro del Mando Supremo y la labor del jefe de Estado Mayor, incluidas sus relaciones interpersonales con los otros oficiales.5
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