Juan Villoro se pregunta: "¿Cómo reacciona la literatura ante una violencia que se vuelve progresivamente cercana?" (Senderos 38). A pesar de que Villoro se enfoca en los asesinatos producidos por el narcotráfico, es factible hacer una reflexión similar en tomo a los feminicidios, pues también estos suceden dos veces, en los hechos y en las noticias, donde la televisión cimbra el terror al reproducir en close-up cuerpos que llevan la marca, la firma, de los perpetradores. Mi análisis se centra en una novela de David Toscana que reacciona ante la cercanía del crimen-El último lector (2005)-codificando los mecanismos de la violencia sobre cuerpos vulnerables. Me baso en la propuesta semiótica de Rita Segato, quien entiende los feminicidios como mensajes que circulan en un sistema de comunicación social ("La escritura" 90-91), para llevar a cabo en la novela de Toscana la lectura de dichos mensajes con el fin de desenmascarar al sujeto autor. Propongo que Toscana escribe una novela sobre violencia misógina, incmstada al rededor de otras narraciones análogas, para mostrar la lógica del consumo de imágenes, el problema con la saturación de experiencias, ya que los valores representados en la abundancia de imágenes violentas inducen a la parálisis de cualquier proyecto político dirigido a combatir el terror (Domínguez-Ruvalcaba 64). También, mi análisis abarca un libro de ensayos de Ricardo Piglia, El último lector (2005), quien afirma una tensión entre el acto de leery la acción política. En sus diarios, Piglia llama a la literatura "una sociedad sin Estado", constituyéndola como un contrapoder. La inclusión de Piglia en este trabajo se fundamenta en dicha tipificación, ya que revela un síntoma del crimen organizado en el capitalismo económico: el narcotráfico y los feminicidios siguen una "lógica post-Estatal" o de "segundo Estado" (Zavala 44). Me interesa, entonces, aclarar la función de la literatura en la construcción del relato social. La biblioteca que aparece en El ultimo lector, de Toscana, está constituida exclusivamente por libros cuyo tema principal es la violencia. Esos relatos son el contexto mayor de la novela y guardan tal relación causa/efecto entre ellos que, mediante metonimia, el lector puede prever una relación con su contexto extra-textual. Toscana plantea escenarios que condensan la actual problemática mexicana: cómo lidiar con los casos de violencia de género sin resolver. Su novela aborda el feminicidio desde un archivo abierto mediante la metaficción, precisamente para mostrar la intertextualidad, los vasos comunicantes entre los feminicidios. El lector ficticio de Toscana acude a la biblioteca para obtener respuestas, pues encuentra semejanza o mimetismo entre los mundos dramatizados y el suyo. Análogamente, en el libro homónimo de Piglia, se recorren distintas situaciones donde los lectores se aferran a los libros para orientarse en situaciones límite. De acuerdo con el estudio de Piglia, los libros que se mencionan en las tramas e intersectan la vida de los lectores, funcionan como nortes o guías. Con ello, la lectura evoca un modelo de construcción de sentido, de fonna que la línea entre ficción y realidad se vuelve difusa. En su conjunto, este ensayo discute los desdoblamientos escritúrales de la violencia y propone que, al tratarse de una ficción tan ligada al presente histórico, esta se convierte en una denuncia contra los crímenes de género.
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