Para Rafael Correa, América Latina es la única región del mundo donde ha disminuido la desigualdad y se ha extendido la participación democrática bajo una serie de gobiernos «bolivarianos» o, en términos generales, socialdemócratas, elegidos a partir de 1999: Chávez en Venezuela, Kirchner y Fernández en Argentina, Morales en Bolivia, el Frente Amplio en Uruguay, los sandinistas en Nicaragua, y Humala en Perú. La victoria obtenida por Rafael Correa en Ecuador en 2006 fue una pieza central de esta secuencia, que confirmó el avance regional de la izquierda y amplió el repertorio de las formas políticas que esta podría adoptar. En el caso de Correa, como en otros, el camino hacia el poder pasó por las ruinas del orden político anterior. Tras la espiral de endeudamiento de la década de 1980 y los experimentos neoliberales de la de 1990, Ecuador sufrió un colapso económico de enorme intensidad en 1999-2000. El sistema de partidos había mostrado una inestabilidad crónica, cuyo resultado fue que en diez años pasaran por el Palacio de Carondelet seis presidentes. Durante el mandato de Correa se han desencadenado, como ha sucedido en otros procesos bolivarianos, una serie de procesos democráticos y constitucionales; se han puesto en marcha medidas de redistribución de la riqueza; se ha reafirmado la soberanía económica nacional en lo que se refiere a la deuda externa y los recursos naturales y se han rechazado las imposiciones del FMI y del Banco Mundial. Sin embargo, Ecuador presenta ciertas particularidades que no se encuentran en el resto del continente. Ante todo, los indígenas tienen menos peso que en Bolivia o Perú, y Alianza PAÍS, que engloba a treinta partidos y movimientos, probablemente sea una alianza gobernante más heteróclita que las existentes en otros lugares.
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