Aún humeantes los rescoldos de la reciente batalla de Hattin –celebrada el 4 de julio de 1187–, un triunfante Saladino se dispuso a la conquista de ciudades y fortalezas cristianas, una tras otra. Pero su mirada estaba puesta en la ciudad santa de al-Quds, es decir, Jerusalén, la tercera más sagrada para el islam.
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