La historia de Frances Glessner Lee podría haber sido la misma que la de cualquier mujer nacida a finales del siglo XIX. A la sombra del mundo, recluída en su hogar, en silencio. De hecho, así fue durante cincuenta largos años de paciente espera. La muerte de su padre y la herencia recibida le permitió liberarse de las ataduras convencionales que le impidieron ser lo que siempre había querido y, gracias a su tenacidad y perseverancia, terminó pasando a la Historia como la madre de la ciencia forense.
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