Si bien el patrimonio es un bien de interés social, cultural, económico y político, durante décadas el desarrollo de la conservación y la restauración de estos se ha destacado por ser dirigida en su mayoría por instituciones públicas, académicas e internacionales, dejando un poco limitada la participación social, generado así distintos vaivenes en la manera de abordar el tema; sin embargo, en los últimos años que los recursos públicos están siendo cada vez menos extensos para la cultura, en especial el patrimonio, dejan en una suerte de desamparo a los bienes y las comunidades que los relacionan con su identidad. Quizá es el momento de replantar de qué manera la comunidad puede tomar un mayor protagonismo que de simple espectador. Para tal punto, cabe antes profundizar el panorama ya que es clara la necesidad interdisciplinaria que cada día se hace más y más puntal.
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