El testimonio de las glosas de Petrarca a los manuscritos con obras de Agustín permite colocarse desde una perspectiva privilegiada: la de una escritura no destinada a ser leída por el público, sino a la meditación personal. En el presente artículo se parte del análisis del tipo de apostillas que el poeta dejó en los márgenes de las obras de Agustín para reflexionar sobre el humanista como lector de las obras de un autor cristiano.
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