Pocos legados de la Edad Media se han puesto tan de moda en los últimos tiempos como el Camino de Santiago. Esta ruta de peregrinación hacia la tumba del apóstol ha ido evolucionando desde su primigenia motivación religiosa, hasta convertirse en un camino en el que se engloban muy variadas motivaciones e impulsos: el meramente deportivo, imprimiendo un sello de competitividad y realización personal en cuanto al esfuerzo físico, con el acicate de realizarlo en el menor tiempo posible; el de la búsqueda interior, sumergiéndote en una larga travesía durante la cual tienes tiempo para pensar y analizar, para “reunirte contigo mismo”, propiciado por la soledad, el sosiego y la paz del mismo Camino; el de investigación, ya sea histórica, antropológica o de cualquier otra índole, etc. Con todo, estas nuevos acicates para los modernos peregrinos también se han visto propiciados por los medios de comunicación. La novela de Paulo Coelho “El peregrino”, publicada en 1987, dio a conocer a muchas personas la realidad del Camino de Santiago, hasta el punto de que muchos de estos peregrinos foráneos sólo viajaban a España con la intención de comenzar y terminar la ruta jacobea, inspirados por la obra del escritor portugués. Esta eclosión del Camino de Santiago ha originado que actualmente sus itinerarios estén perfectamente indicados, y que multitud de establecimientos, hospederías y un gran número de añadidos turísticos jalonen todo el trayecto. Pero lo que no demasiadas personas saben es que ya en la Edad Media, el peregrino contaba con una guía bastante pormenorizada de la ruta jacobea, donde se indicaba, no solo las variantes del Camino y en qué punto confluían para convertirse en uno solo, sino que aportaba importante información sobre lugares donde hospedarse o recibir atención sanitaria si fuera preciso; sobre el carácter de las gentes de los distintos lugares por donde tendría que pasar, e incluso sobre los ríos con aguas buenas o perniciosas, así como distintos tipos de alimentos no recomendables para el consumo. Nos referimos al Códice Calixtino, y en especial a su Libro V, llamado “Guía del peregrino” (Iter pro peregrinis ad Compostellam). Acompañando a toda esta información, dentro del considerable e importante contenido litúrgico del texto, también podemos apreciar música. Aunque ya encontramos muestras musicales al principio del Códex (Libro I) es en los apéndices I y II donde encontramos las dos composiciones musicales más conocidas del manuscrito: Congaudeant Catholici, y el himno de los peregrinos que llegan a Santiago, Dum pater familias.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados