Se enfrentan dos gigantes económicos. El eco que provoca en Estados Unidos el nacimiento de la Unión Monetaria va de la euforia de las bolsas al escepticismo de los políticos. A Bill Clinton, líder en solitario del mundo, le preocupa más su sueño de ampliar la OTAN en los países del Este, que el bautismo estelar del Euro. Pero si los mercados norteamericanos esperan ansiosos los beneficios que obtendrán de la globalización del mercado, para los políticos y especialistas no es oro todo lo que reluce e incluso afirman que la moneda única es perniciosa no sólo para EE UU y Europa, sino también para cualquier país del mundo. En este lado del Atlántico, un desesperado Helmut Kohl se las ve y se las desea para cuadrar sus cuentas en Alemania, aunque su ministro de Exteriores reafirma machaconamente que la locomotora europea respetará Maastricht.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados