Un concilio no es solamente importante por los problemas que intenta solucionar en un momento dado, sino también por el método seguido, por la teología de fondo que lo mueve o por las dificultades que tiene que superar. El Concilio de Trento ha llegado hasta nosotros bastante deformado por enfoques posteriores que no siempre han coincidido con el fundamental que tuvo: la salvación de las almas. Tanto por este fin primario que se propusieron los padres conciliares como por la excelente compenetración entre obispos y teólogos merece la pena conmemorarlo como estímulo y ejemplo para posibles asambleas conciliares futuras.
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