Dos eventos, aparentemente distantes uno del otro y sin vínculos directos entre ellos, pero sin embargo estrictamente relacionados por un legado espiritual común, constituyen el tema de este trabajo. El primero, tuvo lugar en 1971, cuando una «capilla ecuménica» muy especial abrió sus puertas al público. Es conocida bajo el nombre de «Rothko Chapel», debido al proyecto general, realizado por el pintor Mark Rothko. Desde entonces, se ha convertido en una de las obras de arte más valiosas que representan la estética religiosa contemporánea. Las pinturas negras de Rothko, la planta del edificio de «cruz griega» diseñado por el arquitecto Philip Johnson, el obelisco del artista Barnett Newman y la música compuesta para este ambiente por el compositor Morton Feldman, han reemplazado lo que tradicionalmente ha sido llamado «imago templi»; pero, contrariamente a toda tradición cristiana, representan nada (literalmente: no-thing). El segundo evento, tuvo lugar en 1795, cuando dos jóvenes amigos, Hegel y Schelling, estaban haciendo una especie de juramento bajo el signo de una Iglesia Invisible, actualizando un concepto ambiguo que, incluso arraigándose en las Sagradas Escrituras, ya había sido condenado por las iglesias oficiales por sus consecuencias heréticas. La relación entre estos dos eventos está dada por historiadores del arte moderno que han establecido que la pintura abstracta, desde un punto de vista formal, tiene sus raíces en la tradición romántica. Con este trabajo me gustaría contribuir al establecimiento de esta conexión, no solo por medios formales, sino también mostrando una actitud espiritual común hacia las imágenes. El cristianismo, esencialmente figurativo en su estética religiosa, siempre ha tenido que lidiar con la prohibición judía de la creación de imágenes. Esta dificultad ha sido trasferida a los debates contemporáneos en los que artistas con lecturas y educación clásicas, a menudo de origen judío pero activos en sociedades cristianas, intentan crear un nuevo tipo de arte, fuera de toda tradición y sin dogmas. Según mi sugerencia, Rothko Chapel debería considerarse como la realización de un equilibrio frágil en el que tanto el «aniconismo» como la «necesidad de imágenes» han superado su mutua unilateralidad, produciendo una etapa espiritual más elevada. Por lo tanto, tal capilla no sería un simple espacio donde todas las religiones podrían solo reunirse y dialogar, pero debería considerarse algo más sorprendente, es decir, una realización única de lo que lógicamente aparece como una pura contradicción: la realización de un Imago Templi para una Iglesia Invisible.
Two events, apparently distant one from the other and without any direct link between them, but nevertheless strictly connected by a common spiritual legacy, constitute the subject of this paper. The first one, took place in 1971, when a very special «ecumenical chapel» opened its doors to the public. It is known under the name of «Rothko Chapel», due to the general project, undertaken by the painter Mark Rothko. Since that time, it has become one of the most precious artworks that represent the contemporary religious aesthetics. The black Rothko’s paintings, the Greekcross building designed by the architect Philip Johnson, the Broken Obelisk of the artist Barnett Newman standing right out of the Chapel and the music composed for this ambient by the composer Morton Feldman, have replaced what traditionally has been called an «imago templi»; but contrary to all Christian tradition they represent (literally) no-thing. The second event, took place in 1795, when two young friends, Hegel and Schelling, were making a kind of oath under the sign of an Invisible Church, actualizing an ambiguous concept that, even if rooted in the Holy Scriptures, it had been condemned for its consequences as heretical. The relationship between these two events is given by contemporary art historians which have established that modern abstract painting, from a formal point of view, is rooted in the Romantic tradition. With this paper I would like to contribute to the establishment of this connection, not only by formal means, but by showing a common spiritual attitude towards images. Christianity, essentially figurative in its religious aesthetics, has always had to deal with the Jewish prohibition of image-making. This difficulty has been inherited to contemporary debates in which artist with classical readings and education, often of Jewish origins but active in Christian societies, try to create a new kind of art, above all traditions and free of dogmas. According to my suggestion, Rothko Chapel should be considered as the realization of a fragile balance in which both «aniconism» and «need of images» have simultaneously sublated their one-sidedness, producing a higher spiritual stage. Thus, such a chapel would not be a simple space where all religions could only meet and undertake a dialog, but should be considered as something more surprising: a unique realization of what logically appears as a pure contradiction: the realization of an Imago Templi for an Invisible Church.
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