Como testigos de la fe cristiana, tenemos que plantearnos «estrategias de comunicación», que abran caminos hacia la verdad y la salvación. No sería coherente imitar o reproducir en el seno de la Iglesia y en su relación con la sociedad mecanismos de poder y de presión que son utilizados en la lucha por intereses políticos y económicos. La salvación cristiana no se puede imponer de forma coactiva, sino que se ha de presentar como una oferta que respeta la libertad. La comunicación de la fe debe estar apoyada en la propia credibilidad, avalada por un compromiso serio por la dignidad del hombre
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