Los primeros cristianos que comienzan a practicar la «vida religiosa» lo hacen de la manera más radical, por lo que a rotura con «el mundo» se refiere. Poco a poco van surgiendo nuevas formas de consagración, cada vez más variadas. Las nuevas formas se presentan también cada vez más compatibles con una presencia activa en «el mundo». Esta evolución supone para cada grupo religioso una difícil dialéctica entre fidelidad a su propio ser y adaptación a las nuevas circunstancias.
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