Las peculiaridades que presenta la intervención familiar suponen un desafío para uno de valores más asentados en la profesión. El motivo principal residiría en que la familia constituye un grupo organizado por la mediación las normas morales, muchas veces en conflicto con los derechos éticos del individuo, que es el ámbito bajo el que se conforman las realidades aludidas por el llamado principio de autonomía. Al objeto de explicar y desarrollar esta idea, se hace necesario, en primer lugar, diferenciar los conceptos de ética, moral y derecho. En segundo lugar, presentamos una breve caracterización de la noción de autonomía. A partir de aquí y teniendo en cuenta la realidad moral que constituye la unidad familiar así como la diferencia entre autonomía y autodeterminación, se presentan diversos argumentos que nos permiten sostener que la ética en la intervención social familiar va más allá de su reducción al principio de autonomía del usuario. A continuación, se exponen algunos ejemplos de cuestiones y conflictos éticos y un criterio general que nos permitiría conceder prioridad a los derechos éticos del individuo sobre la norma moral del grupo familiar en situaciones de conflicto entre ambos tipos de normas. Se finaliza defendiendo que el llamado «principio de autonomía», más que un principio, sea considerado como una regla de actuación profesional, según los casos y circunstancias, en el contexto de una ética profesional presidida por la virtud clásica de la prudencia.
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