En las escrituras poéticas de la uruguaya Marosa di Giorgio (1932–2004) y la española Blanca Andreu (1959), la voz lírica dominante es la de una niña ‘mortífera’, que tiende a lo tanático. En este trabajo me centro en sus producciones de los ochenta, La falena (1987) y De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall (1980), para explorar esta subjetividad protagonista, porosa y permeable, que tiende a desbordarse y acabar siendo otra. Son, a la vez, niñas y no-niñas. Apoyándome en Gaston Bachelard, Julia Kristeva y Gilles Deleuze y Felix Guattari, analizo cómo estos yoes femeninos e infantiles, al contacto con animales (cigüeñas, liebres, búhos, caballos …), se transforman fantásticamente en ellos. Sus yoes constituyen una ‘zona’ del pensamiento y del cuerpo desde donde percibir privilegiadamente las fronteras de lo humano-animal. Me enfoco en dos aspectos clave: el tipo de vínculos en que se implican (convivencia y metamorfosis total o parcial en di Giorgio; lazos de amistad y de familia en Andreu); y los espacios mágicos, malditos y gnóstico-órficos por los que transitan para mudar de identidad (la casa y el jardín en la una; el cielo, el mar y el poema en la otra).
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