Es tiempo de oración. Ahora más que nunca. Es hora de encomendarse al Señor y de pedir por todos, pero de manera muy especial por aquellos que han de hacer frente a la enfermedad del coronavirus en condiciones infrahumanas (los refugiados, por ejemplo) o que carecen de lo más elemental —como agua corriente para lavarse las manos y prevenir contagios— para plantar cara a este virus.
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