En estos días de confinamiento obligatorio debido a la pandemia del coronavirus, me ha venido a la mente el patriarca Noé, que pasó un buen tiempo encerrado en el arca: primero, los cuarenta días con sus noches que duró el diluvio (Gén 7, 17) y, luego, mientras «la tierra estuvo inundada durante ciento cincuenta días» (Gén 7, 24). ¿Puede iluminarnos este episodio en esta ardua encrucijada que nos toca vivir como Iglesia y como sociedad?
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