En 1980, el ayatolá Jomeini fue nombrado líder supremo de Irán. El presidente del vecino Irak, Sadam Husein, le felicitó a través de un telegrama al que Jomeini respondió: «la paz sea con aquellos que siguen el camino recto». Esta fórmula era empleada por Mahoma en sus escritos dirigidos a tribus y pueblos no islámicos. A ojos de la máxima autoridad del chiismo por tanto, Sadam Husein era considerado como un infiel y un enemigo a batir. Ese mismo año se inició una contienda en la que se jugaba el hegemón en Medio Oriente. Jomeini, consciente de sus limitadas capacidades militares, exacerbó el sentimiento religioso en su país como elemento bélico contra su enemigo.
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