Cervantes, lector formidable desde su infancia y juventud, se instruyó en los clásicos griegos y latinos, en los literatos, médicos y humanistas de su época, hecho que impactaría en su conocimiento facilitándole las enseñanzas medico-terapéuticas del momento. Es posible que también conociese el ambiente charlatán y curandero, pero no compartió sus ritos.
Vivió las etapas difíciles del movimiento científico de los siglos XVI y principios del XVII; época en la que la medicina era muy rutinaria en nuestro país teniendo que importar las nuevas ideas del extranjero; enseñanzas que se impartían sobre todo en las universidades de Alcalá, Salamanca, Sevilla y Valladolid.
Su azarosa vida: los fracasos domésticos y profesionales, junto a sus enfermedades, le llevó a un final desafortunado e infeliz.
Si nos hacemos preguntas sobre su preparación médico-intelectual, las respuestas se encuentran en los pasajes de su obra. Cervantes fue un moralista, un analista del personaje como conspicuo psicólogo, un sentimental, pues trató de exponer lo que intuía de su esencia; sobre todo se mostró como un humanista: fue un quijote.
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