El artículo opta por recuperar un domingo contracultural de lentitud, una vez noqueado por el hipercapitalismo de las prisas. Un domingo no sólo de ir misa y descansar, sino del renacer de una mentalidad nueva y de sentarse en la mesa con pobres, pecadores e incrédulos. El domingo se liga a la liberación y se recupera como día para la libertad, la paz, el cuidado de la naturaleza, la contemplación y el diálogo con la espiritualidad cultural y las diversidades. Favorecerá la esperanza y la sinodalidad con los laicos, y ofrecerá una nueva vivencia de la santidad, al orientarnos hacia lo bello, lo infinito, lo sublime y lo eucarístico.
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