Es una herencia de la década de 1970 que nadie, o casi nadie, piensa en cuestionar: el coche de empresa del que se benefician los ejecutivos de alto nivel del sector privado. En Bélgica, esos asalariados van y vienen, solos al volante; representan más de una décima parte de la circulación total, contaminando y contribuyendo a los atascos. Están surgiendo alternativas para romper con esa aberración.
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