Son tiempos recios, estos que vivimos. La pandemia de COVID-19 ha llevado la muerte y el sufrimiento a varios millones de personas en todo el mundo; muchos millones más se encuentran confinados en sus casas para evitar la propagación del letal virus; las actividades económicas no esenciales están en muchas partes paralizadas; media humanidad, que vive al día, se enfrenta al fantasma del hambre al no poder salir a la calle a ganarse el sustento; los sistemas de bienestar se cuestionan, las relaciones sociales se han hecho virtuales… Nuestro mundo, en suma, el que conocíamos hace tan solo un par de meses, ha sido provisionalmente puesto patas arriba por un «bichito» que no distingue entre ricos y pobres, entre religiones, razas y culturas
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