El estudio de los inventarios de las grandes colecciones nobiliarias españolas del Barroco topa de continuo con atribuciones, infundadas o no, a los más excelsos artistas italianos del momento, debidas, sin duda, a la incuestionable preferencia de nuestros coleccionistas por la pintura trasalpina. Tales atribuciones generan no pocas veces un mar de dudas en el estudioso, quien además ha de bregar en sus investigaciones con una serie de supuestos de carácter consustancial a la actividad pictórica italiana del Barroco.
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