En la última década, y especialmente en los últimos cinco años, la edición universitaria pública argentina atravesó una serie de transformaciones importantes. Se crearon nuevos sellos, se refundaron otros, y buena parte de los existentes avanzaron en una senda de profesionalización y consolidación. A la par de los sellos tradicionales, cuyos nombres estaban asociados al prestigio de las grandes universidades a las que pertenecen, emergieron proyectos nuevos, muy dinámicos, que resultaron piezas clave en el posicionamiento de un grupo de universidades nacidas en las últimas décadas, muchas de ellas en zonas distintas y distantes de los principales centros urbanos del país. Este desarrollo no estuvo exento de contradicciones. Si por un lado la edición universitaria se benefició de políticas públi- cas activas, como el programa trianual de mejoramiento de la edición universitaria impulsado por el Ministerio de Educación de la Nación en 2014, por el otro no solo sufrió las consecuencias de la retracción presupuestaria de las universidades y de la crisis de consumo que golpea al sector editorial desde 2016, sino también padeció los problemas estructurales generales del mercado del libro que condicionaron su posibilidad de expansión.
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