El problema que plantea la práctica de la eutanasia es complejo y polémico. ¿Es siempre el ejercicio libre de la voluntad el que lleva a un individuo a solicitar que se le ayude al bien morir? ¿En qué número de casos esta petición está fundada en diversos grados de enajenación mental, a pesar de un aparente estado de equilibrio psíquico? Estas interrogantes implican una delicadísima responsabilidad del Estado, y, a juicio de la autora, se producen sólo en aquellas sociedades que conciben a la vida como un valor fundamental y no meramente instrumental.
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