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Resumen de Sesgos de publicación y edición científica: la metaciencia al rescate

Santiago Cuéllar Rodríguez

  • En cualquier estudio científico podemos encontrar dos tipos de errores. Por un lado, los errores aleatorios, distribuidos de forma azarosa y con carácter puntual, que afectan fundamentalmente a la precisión de los resultados. Por otra parte, los errores sistemáticos o sesgos son debidos a errores en el diseño o en el procedimiento mediante el que éste es ejecutado en el desarrollo de los estudios, así como en la fundamentación de la hipótesis, en el apoyo documental, en el análisis de los resultados o en la elaboración de las conclusiones. En definitiva, un sesgo es un error que se repite procedimentalmente y, por ello, no suele afectar a la precisión pero sí puede afectar de forma muy relevante a la exactitud, esto es, a la veracidad de los resultados en relación al objetivo del estudio en cuestión, invalidándolos en mayor o menor grado.

    El sesgo de publicación supone un tipo de sesgo de selección, por el que el investigador considera erróneamente que solo los estudios previamente publicados sobre una cuestión en particular son los únicos realizados, lo que supone una alteración de los resultados de la investigación debido a la tendencia editorial de publicar preferente o exclusivamente resultados positivos –que confirman de forma estadísticamente significativa la hipótesis del estudio–, ignorando aquellas investigaciones que reportan solo una tendencia o relación estadísticamente no significativa entre las variables que se investigan. Esto afecta decisivamente a la diseminación del conocimiento científico, alterando el impacto que un determinado resultado genera –o deja de hacerlo– sobre el conocimiento de la investigación en curso y su ignorancia o desdén voluntario pueden ser causa de la obtención de conclusiones erróneas en una investigación en curso sobre la materia implicada.

    Por su parte, los sesgos editoriales surgen como consecuencia de retardar o negar la publicación de estudios por criterios no científicos; es decir, prejuicios sobre autores, país o continente de procedencia del artículo, centro académico o institución, publicación previa o no en la revista, costes de edición, pertenencia o no a determinados grupos cooperativos o sobre el idioma, entre otros. Obviamente, resultan tan negativos desde el punto de vista del rigor científico como los sesgos de publicación y el numeroso resto de tipos de sesgos conocidos.

    En resumen, el conocimiento de los sesgos en la investigación científica es fundamental para poder prevenirlos o, al menos, reducir su impacto hasta un mínimo aceptable que garantice la veracidad de los resultados y de las conclusiones que puedan obtenerse de aquellos. Afortunadamente, la ciencia es –por definición– autocrítica, lo que permite conocer el diagnóstico y el tratamiento preventivo y curativo de los sesgos.


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