En un Chile bajo dictadura cívico militar, yuxtaponer esa cita de Picabia y la bandera nacional era obviamente una señal de protesta (implícita, por cierto); sin embargo, Arenas califica la cita como «provocativa», dejando ver un desagrado muy distante de la complicidad que la obra de Martínez demandaba (de hecho, también califica de obsceno un texto de la p. 129). ¿Cómo explicar esa falta de humor y esa actitud de censor por parte de Arenas? En principio, se trata «sencillamente» de calcular cuánto tomaría un cierto proceso; sin embargo, enseguida comprendemos que tal proceso es imposible, puesto que nadie puede retroceder en el tiempo. Pues bien, creo que la «última broma de Juan Luis Martínez» nos renueva la invitación implícita: aprovechar la ocasión para reflexionar metacríticamente respecto a cómo se construye la realidad en la literatura y su entorno humano -demasiado humano-, incluyendo los insospechados motivos que subyacen tanto a los prestigios como a los desprestigios, los diversos porqués de tantos juicios y prejuicios, la trastienda del canon e incluso las estrategias anticanónicas. Por cierto, hay críticos jóvenes que, como los sujetos A del experimento de Bavelas, han probado ser sencillos y no meramente simplones; sin embargo, el peso del discurso dominante termina por hacerlos dudar de su propia sensibilidad y lucidez, y al cabo se los ve adoptando jergas y actitudes epigonales.
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