La frenética actividad prelegislativa —o paralegislativa— ocasionada por razón del coronavirus ha evidenciado la tentación constante que supone la renuncia a la motivación jurídica, como si ésta fuere algo prescindible. Lejos de todo ello, la argumentación se torna hoy más esencial que nunca como un auténtico instrumento frente a la arbitrariedad y la litigiosidad.
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