Sara Salort Seguí, María Irigoyen Otiñano
El síndrome de Munchausen Por Poderes (SMPP) clasificado en el DSM-5 dentro de la categoría de trastornos por síntomas somáticos y trastornos relacionados1, se conoce como Trastorno facticio aplicado a otro. Como peculiaridad, en esta entidad, diagnosticamos al cuidador y no al paciente por el que a priori solicitan asistencia médica. Se trata de un cuidador (generalmente la madre), que causa, de forma intencionada, daño a otra persona (generalmente hijo/a), con el objetivo de recibir atención positiva, a través de un hijo enfermo. Es importante recalcar que la finalidad no es económica sino la de adoptar el papel de “cuidador”. Constituye una forma grave de abuso y se asocia a una alta tasa de consultas médicas, hospitalizaciones, reincidencia, morbilidad y en ocasiones mortalidad2,3. Se trata de una entidad infradiagnosticada como apuntan varios estudios4 y los más de 400 trabajos publicados sobre el tema. Pese a ser un síndrome ampliamente descrito en la literatura pediátrica, no podemos dejar de considerar a los adultos con alguna minusvalía como potenciales víctimas de un cuidador Munchausen, como en el caso que nos ocupa. Es importante conocer esta entidad, a fin de incluirla en el diagnóstico diferencial, especialmente, en aquellos pacientes en los que se plantee un caso inusual o de evolución tórpida, tal y como se describe en este caso clínico. En esta entidad, será la sospecha clínica la que llevará a plantear este diagnóstico y su confirmación no está exenta de dificultades. Un diagnóstico de SMPP, a menudo pasa por coacciones y manipulaciones por parte del abusador hacia el personal sanitario7,8, las implicaciones ético-legales con las que deberemos trabajar9 y las características del propio sistema sanitario, en el que el déficit de interconexión, favorece el libre deambular de estos cuidadores. Como todo abuso, el SMPP previsiblemente tendrá unas secuelas sobre la víctima que los padece5,6 y como más adelante veremos puede llegar a tener implicaciones intergeneracionales. Nuestra obligación como proveedores de salud reside en detectar el abuso y salvaguardar el bienestar del paciente. Especialmente en estos casos en los que la víctima está en condición de vulnerabilidad física o psíquica.
Munchausen By Proxy Syndrome (MBPS) is classified in the DSM-V within the category of disorders by somatic symptoms and related disorders1, it is known as Factitious disorder applied to another. As a peculiarity, in this entity, we diagnose the caregiver, not the patient for whom is request medical assistance initially . It is a caregiver (usually the mother) who intentionally causes harm to another person (usually a child), in order to receive positive attention through a sick child. It is important to emphasize that the purpose is not economic, they want to adopt the role of “caregiver”. It is a serious form of abuse and is associated with a high rate of medical visits, hospitalizations, recidivism, morbidity and sometimes mortality2,3. It is an underdiagnosed entity as several studies 4 and the more than 400 published works on the subject point out. Despite being a syndrome widely described in the pediatric literature, we can not fail to consider adults with some disability as potential victims of a caregiver Munchausen, as in the present case. It is important to know this entity, in order to include it in the differential diagnosis, especially in those patients in whom an unusual case or a torpid course is presented, as described in this clinical case. In this entity, it will be the clinical suspicion that will lead to consider this diagnosis and confirmation is not exempt of difficulties. A diagnosis of MBPS often involves coercion and manipulation by the abuser towards carer provider7,8, the ethical-legal implications that we will find9 and the poor connected medical system, contributes to the free circulation of these people. Like all abuse, the MBPS is expected to have damages on the victim who suffers5,6 and as we will see later may have intergenerational implications. Our obligation as health providers is detecting abuse and protects the patient’s well-being. Especially in these cases when the victim is in condition of physical or psychic vulnerability.
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