Cada vez somos más las mujeres que nos dedicamos al estudio, profundización y divulgación de la teología. Las que vienen empujando ya no son principalmente hijas del Concilio Vaticano II y eso es muy bueno. ¿Por qué? Porque supone que estas mujeres han encontrado otros motivos distintos a los que tuvieron aquellas pioneras que nos precedieron y que, en su mayoría, aprovecharon los vientos de cambio que supuso aquel concilio, para hacer realidad un sueño.
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