En Estados Unidos, el mantenimiento del orden es una prerrogativa local. ¿Cómo explicar entonces que una ciudad con fama de progresista como Minneapolis sea el escenario de reiterados abusos policiales? Sus servicios de Policía, con un grave historial de violencia contra los ciudadanos negros a sus espaldas, gozan de una impunidad casi total. Al menos hasta la muerte de George Floyd.
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