En este artículo ofrezco una perspectiva sobre la participación de los estudiantes en la evaluación informada por la teoría crítica y sustentada por un compromiso con una mayor justicia social dentro y a través de la educación superior. Se basa en trabajos anteriores sobre la evaluación de la justicia social para argumentar que la participación de los estudiantes en la evaluación debe ser considerada más ampliamente, no solo que los estudiantes realicen determinadas tareas. En lugar de ello, debemos pensar en el estudiante como una persona completa, socialmente situada y en las formas en que la participación en las tareas de evaluación fomenta tanto el bienestar individual como el social. Hay tres corrientes en el argumento propuesto. En primer lugar, la investigación sobre la evaluación debe hacer más para problematizar la naturaleza del conocimiento y que la comprensión de las complejidades del conocimiento en la educación superior tiene vínculos tanto con las experiencias de nuestro estudiante como una persona completa, como con justicia social. En segundo lugar, los propósitos de la evaluación deberían orientarse hacia la noción de teoría crítica de un bien común, en la que el bienestar individual y social están dialécticamente interrelacionados. Por último, al pensar en la participación del estudiante en la evaluación. debemos ir más allá de la fusión del mundo real con el mundo del trabajo, que figura en gran parte de la literatura sobre la evaluación auténtica. Propongo, en cambio, la importancia de entender el ámbito económico como una esfera amplia y heterogénea que no puede desarticularse del ámbito social.
In this article I offer a perspective on student involvement in assessment informed by critical theory and underpinned by a commitment to greater social justice within and through higher education. It builds on earlier work on assessment for social justice to argue that student involvement in assessment must be considered more broadly than simply students doing particular tasks. Instead, we must think of the student as a whole person, socially situated, and the ways in which engagement with assessment tasks nurtures both individual and social wellbeing. There are three streams to the argument proposed. Firstly, that scholarship on assessment should do more to problematise the nature of knowledge and that understanding the complexities of knowledge in higher education has links to both the experiences of our student as a whole person and social justice. Secondly, that the purposes of assessment should be orientated to the critical theory notion of a social good, in which individual and social wellbeing are dialectically inter-related. Finally, in thinking of the student’s involvement in assessment we must go beyond the conflation of the real world with the world of work which features in much of the literature on authentic assessment. Instead, I propose the importance of understanding the economic realm as a broad and heterogenous sphere and one that cannot be disarticulated from the social realm.
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