En un reciente artículo publicado en Foreign Affairs, John Ikenberry plantea un importante cuestionamiento a la evolución de la política exterior y de defensa estadounidense durante la administración de George W. Bush, reforzada desde los acontecimientos acaecidos el 11 de septiembre de 2001 y, particularmente, desde la promulgación de la Estrategia de Seguridad Nacional en septiembre de 2002. Uno de los puntos de inflexión que representa ese documento consiste, sin duda, en la superación de las concepciones realistas y liberales en política exterior que se sucedieron, respectivamente, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, por una nueva estrategia de carácter neoimperialista. El argumento central de Ikenberry frente a esta dinámica es que su sostenibilidad resulta discutible debido, por una parte, a los altos costes económicos del unilateralismo, incluyendo su expresión radical como es la guerra contra el terrorismo y, por otra, la erosión de las confianzas de los estados nacionales a partir del uso creciente de criterios arbitrarios para identificar a amigos y enemigos. Así parece entenderlo también Jay Bookman pocos meses antes del ataque a Irak en una artículo del The Atlanta journal-Constitution…
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