En este artículo evalúo críticamente tres lecturas sobre la figura del deseo y su experiencia en el capítulo IV de la Fenomenología del Espíritu. En esta evaluación, considero que la explicación de Pippin es desacertada, pues yerra tanto en identificar el tópico del pasaje (probar la autonomía de la autoconciencia) como en identificar la causa de la experiencia (la recursividad al infinito del deseo), como en no asignar ningún rol en la experiencia a que el objeto del deseo inmediato sea vida y algo vivo. Esta última falencia es compartida por la explicación de Neuhouser, la cual, además, apela a exigencias que no son propias del capítulo IV, sino del capítulo V de la Fenomenología del Espíritu. Así, la interpretación que considero favorezco es la que provee Honneth, aunque no sin requerir complementación de mi parte.
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