Desde su reciente aparición y su rápida difusión mundial, la pandemia de la COVID-19 ha derivado en una crisis sanitaria y social sin precedentes. Millones de personas han visto interrumpidas sus vidas cotidianas y han tenido que confinarse durante varias semanas con el objetivo de reducir la curva de contagios e impedir el colapso de los sistemas sanitarios. Conscientes de los riesgos para la salud física y mental que se derivan de la vida sedentaria, los poderes públicos han tratado de fomentar un estilo de vida activo mediante la realización de ejercicio físico en el hogar. A partir de algunas de las categorías sociológicas establecidas por Pierre Bourdieu, este artículo reflexivo se propone discutir la realización (o no), por parte de diferentes sectores poblacionales, de ejercicio físico en el hogar en el actual contexto de confinamiento domiciliario. Nuestra posición es que, en las estructuras sociales desiguales, típicas de los Estados neoliberales, los sectores más desfavorecidos no pueden ni siquiera plantearse realizar ejercicio físico. Las estrategias que se centran en la motivación individual no solo no pueden ser efectivas, sino que, además, culpabilizan a quienes no poseen capitales ni disposiciones para entrenar en sus hogares.
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